Por: Ana Escario Chust, INGENIO (CSIC-UPV), Universitat Politécnica de València
Aunque las ciudades sólo ocupan el 4% de la superficie terrestre de la UE, en ellas vive el 75% de sus ciudadanos. Además, las ciudades son responsables de una parte importante de las emisiones de CO2, más del 70%. Por todo ello, las ciudades se erigen como actores cruciales en la mitigación del cambio climático, siendo vital apoyarlas para acelerar su transformación ecológica. Con el objetivo de abordar estos grandes retos urbanos y aportar soluciones concretas, la Comisión Europea lanzó un programa de innovación con la misión de crear “100 ciudades climáticamente neutras e inteligentes para 2030“. Con unos objetivos ambiciosos, esta misión reúne a autoridades locales, ciudadanos, empresas, inversores y autoridades regionales y nacionales para trabajar en colaboración. Al mismo tiempo, se puso en marcha otra Misión para intensificar los esfuerzos de creación de capacidad urbana para resistir y adaptarse a los impactos del cambio climático. La “Misión de adaptación al cambio climático: apoyar al menos a 150 regiones y comunidades europeas para que sean resistentes al clima de aquí a 2030“. Desde entonces, las ciudades trabajan con un doble enfoque: para hacer frente al cambio climático, debemos reducir las emisiones y, al mismo tiempo, aumentar nuestra resiliencia.
Valencia, una ciudad costera de la región oriental de España con casi 800.000 habitantes, se embarcó en su misión de alcanzar la neutralidad climática en 2030 a través de un enfoque estratégico que comenzó en 2020 con la aprobación del marco estratégico Missions València 2030. Este marco forma parte desde entonces de la Agenda Urbana Valencia 2030. En 2022, la ciudad se presentó con éxito a la Convocatoria de Expresión de Interés dirigida a las ciudades por la Comisión Europea, y fue elegida como una de las 112 ciudades europeas participantes en la Misión de la UE sobre Ciudades Climáticamente Neutras e Inteligentes. Desde entonces, la iniciativa Misión València 2030 vertebra, en un enfoque global e integrado, un trabajo sistémico para abordar la sostenibilidad en diversas dimensiones como la movilidad y el transporte, la energía, la economía y la industria, la biodiversidad, la vivienda y la edificación, el urbanismo y el hábitat.
El mismo año en que Valencia fue seleccionada para la Misión de Ciudades Climáticamente Neutrales, la ciudad y las personas que trabajaban en la Misión reconocieron la necesidad de adoptar un enfoque integrador que considere tanto la mitigación del cambio climático como la adaptación al mismo. La necesidad de priorizar las sinergias entre ambas ha sido imperativa para la ciudad de Valencia, sin dejar espacio para enfoques alternativos. Por ello, la primera Misión local se rediseñó para ampliar su alcance y ambición, al incluir la adaptación climática además de la mitigación, por lo que se rebautizó como “Misión Clima València 2030”. La ciudad se convirtió también en signataria de la Carta de la Misión sobre Adaptación al Cambio Climático más tarde, en 2022, uniéndose oficialmente a las dos Misiones Europeas relacionadas con el cambio climático. Al abordar estas áreas de forma holística dentro de la “Misión Clima”, la ciudad espera acercarse a abordar de forma eficaz los retos que plantea el cambio climático, que ya son una realidad en la ciudad.
En cuanto a la mitigación del cambio climático, Valencia posee un potencial inherente de resiliencia gracias a sus atributos naturales, incluido un cinturón verde formado por campos cultivados y una zona natural protegida. Por ello, las bases de las iniciativas de mitigación climática se establecen en torno a los principios de re-naturalización, preservación de la biodiversidad y potenciación de estas zonas. La ciudad también cuenta con abundantes espacios verdes urbanos, como el cauce del río Turia que atraviesa la ciudad en forma de parque de 8 km, que se pretende ampliar. Otros ejemplos son la puesta en marcha de huertos urbanos y las futuras supermanzanas y corredores verdes. A nivel político, la región de Valencia ha mostrado su compromiso para hacer frente a los impactos climáticos a través de iniciativas progresistas, ejemplificadas por la aplicación de la Ley de Cambio Climático. Esta visionaria legislación incorpora la noción de refugios climáticos dentro de la ciudad para combatir las olas de calor extremas. Todas estas iniciativas sirven de ejemplo de una valiosa baza tanto para la adaptación al clima como para su mitigación.
Para Valencia, las sinergias y compensaciones entre las estrategias de adaptación y mitigación para maximizar sus beneficios combinados van más allá del ámbito de la renaturalización. También son una cuestión de intercambio de conocimientos (como datos, experiencias y estrategias), de alineación multinivel de las políticas y acciones climáticas (un enfoque territorial que combine el nivel de la ciudad con su área metropolitana y regional) y de equidad social, garantizando que tanto las consecuencias climáticas como su mitigación no se conviertan en otra fuente de desigualdad en la ciudad.
En cuanto a esto último, los impactos del cambio climático en las comunidades vulnerables son ampliamente reconocidos tanto por los investigadores como por los profesionales. En las zonas urbanas, por ejemplo, estos grupos son especialmente susceptibles a los efectos adversos de las temperaturas extremas. Esto puede deberse a razones como la menor disponibilidad de recursos económicos para paliar las altas temperaturas en el hogar mediante, por ejemplo, el aislamiento de la casa, entre otras medidas. También pueden estar lejos de tener acceso a invertir en otras fuentes de energía ecológicas y descentralizadas, como los paneles solares. Para evitar encaminarse hacia una transición que pueda ahondar estas diferencias sociales, Valencia reconoce la necesidad crucial de, primero, reconocer esta realidad y, segundo, tomar medidas proactivas para abordarla.
Además, al igual que ocurre con la adaptación, existe una creciente preocupación por los efectos potenciales de las acciones de mitigación sobre las desigualdades sociales, como demuestran las experiencias de otras ciudades españolas y un creciente corpus bibliográfico. A modo de ejemplo, un fenómeno que requiere especial atención es la creciente deseabilidad de las zonas verdes, que puede conducir a lo que se denomina gentrificación verde. Esta tendencia contribuye al aumento de los precios de la vivienda, la especulación y el consiguiente desplazamiento de vecinos tradicionales y comunidades vulnerables a zonas menos atractivas con menor cantidad de espacios verdes y sin estas características relacionadas con el clima.
Al fusionar estas misiones, se hace evidente que la adaptación y la mitigación no se excluyen mutuamente. Son estrategias complementarias que deben aplicarse conjuntamente para abordar con eficacia los complejos retos del cambio climático. Para abordar estas cuestiones, Valencia está haciendo hincapié, no sólo en la necesidad de fusionar las misiones entrelazadas, sino también en la importancia de un enfoque de justicia social a la hora de abordarlas. Al dar prioridad a estas preocupaciones y situarlas en primer plano, la ciudad de Valencia puede trabajar activamente por una transición justa que beneficie a todos y no sólo a unos pocos.