En mi segunda clase hablé lo suficiente como para explicar que me había perdido todo el mes de enero debido a Covid y mantuve una conversación ínfima con mis compañeros. También me familiaricé con la mezcla con pincel (aunque eché de menos mi fiel espátula). Eso fue el 1 de febrero.
En mi tercera clase fui capaz de entender más de las conversaciones que ocurrían a mi alrededor (aunque no participé – ¡estaba presionada por el tiempo!) y navegué pagando la clase todo en español. Terminé casi todo el bloque. Eso fue el 10 de febrero.
En mi cuarta clase mantuve una conversación con una compañera mientras esperaba a que abrieran la tienda, me abrí paso en una conversación con mi profesora sobre lo que me había retenido en clase las semanas anteriores y seguí sus comentarios sobre cómo hacer cambios en mi pieza. Eso fue el 24 de febrero.
Estoy haciendo bastante más que ir a mi clase de arte para trabajar en el aprendizaje del idioma: trabajar con aplicaciones, tomar clases, trabajar con un tutor, ir a intercambios, usarlo en todas las relaciones con la gente en el mundo (cafeterías, tiendas, etc…) y usar el español tan a menudo como puedo reunirlo en casa. Un gran obstáculo ahora mismo es reunir la confianza necesaria para utilizar lo que he aprendido, y hacer cosas como ir a una clase de arte en la que todo el mundo habla español me está mostrando lo que he aprendido y a la vez me está empujando a hacer más.
Aunque a mi pintura le queda tanto camino por recorrer como a mis conocimientos lingüísticos, ambos avanzan en la dirección correcta, poco a poco. Para cuando acabe con ella, seguro que valdrá más que mil palabras (en español) (o más).
