Nuestros pies tocaron Valencia, España, por primera vez el 21 de agosto de 2022. 6 meses (o 6 meses y 1 día según timeanddate.com) de experiencia, exploración y adaptación a una nueva forma de vida parecen haber pasado en un abrir y cerrar de ojos.
Aquí me siento como en casa.
Hoy me he despertado en La Malvarrosa, porque es donde vivimos.
Desayuné y me instalé en mi mañana de trabajo. Me tomé un descanso y salí a nuestra terraza para doblar las sábanas que había puesto a secar el día anterior, porque así es como funciona aquí la colada.
Eran alrededor de las 10:30 cuando recibí una llamada de un amigo por whatsapp, porque así es como nos comunicamos ahora, invitándome a venir a pasar el rato. Me vestí con pantalones, una camiseta de tirantes y un jersey, porque eso es lo normal para el tiempo que hace aquí.
Me dirigí a nuestra parada de autobús, por el camino saludando al restaurador que hemos llegado a conocer, porque el transporte público es la forma en que me muevo por aquí.
Mientras esperaba el autobús me uní a las demás personas que esperaban emocionadas por la instalación de luces para las Fallas, porque todo gira en torno a las Fallas en estos momentos.
Cuando paró el autobús fui una de las personas que se puso una máscara aunque ahora son opcionales en el transporte público, porque Covid sigue siendo Covid, incluso en España, y no quiero volver a hacer ESO nunca más.
Utilicé mi abono mensual, el que lleva mi foto, para pagar el autobús y me tomé la molestia de saludar al conductor con un amistoso “hola”, porque eso es lo que hacen aquí los viajeros de autobús.
Tuve suerte y conseguí un asiento y sabía que debía evitar los verdes porque esos están reservados para la gente que más necesita los asientos, y cuando una mamá con un niño en edad preescolar subió unas paradas más tarde le cedí mi asiento, porque así es como hacemos aquí.
Me bajé en la parada correcta sin mirar la aplicación porque ya había visitado a mi amiga antes y sabía dónde estaba.
Más tarde, de camino a casa, una abuela me regañó por interponerme en la puerta y me moví porque aquí se hace caso a las abuelas.
Cuando llegué a casa almorzamos en la terraza porque hacía un día precioso y ya era hora de volver a la rutina después de dejarla aparcada durante diciembre y enero.
Cuando terminamos nuestros días de trabajo caminamos dos manzanas hasta una cafetería a la que hemos ido lo suficientemente a menudo como para que nos resulte familiar pero no (todavía) lo suficientemente a menudo como para que nos conozcan allí porque queríamos celebrar nuestros 6 meses en este maravilloso lugar.